El nuevo reto, el pasado

¿Conserva usted recuerdos de su ciudad?, ¿qué recuerda?, ¿de qué manera llegan a usted esos retazos de historia? Vale la pena pensarlo y considerarlo una vez y otra, las veces que sea necesario. Porque es eso, Historia.

Cada uno de nosotros forjamos caracteres que configuran no solo una historia individual, sino que también, dentro del ejercicio del ser social, la colectiva. La historia está ahí, esperando el momento preciso para recordarnos, a través de la experiencia, el cómo tratar de no repetir ciertos pasos. Sirve para ofrecernos una identidad dentro de un contexto incluyente. Llámele como sea: familiar, escolar, religioso, deportivo; lo que sea. La identidad se elige y se nutre de una historia que se teje día a día. Nos configura entorno a una memoria.

Terminar un ciclo para iniciar otro nos remonta a diversas explicaciones que acumulamos como especie. Las regularidades, las repeticiones, el constante avance cíclico que tienen el cosmos; vaya, todo está conformado por ciclos que constantemente evolucionan. Y el paso que ha dejado atrás nos ofrece muchas respuestas a los “por qué” y “cómo” es que estamos en esta posición.

Hace muchos años existió un dramaturgo de nombre Terencio. Él dijo: “hombre soy, nada humano me es ajeno”. Con ello, queda por sentado que, desde siempre o al menos así parece, el hombre se ha preocupado por su especie. Esta preocupación en ocasiones ha servido para comprender a los otros en términos de lo que resulta una clara distinción entre un constante “nosotros” versus “los otros”. Algunas veces ha servido para comprender, y otras más para dominar. Lo anterior da pauta consecuente para considerar que es imposible concebir al mundo desde una visión etnocéntrica. Quienes lo intentan, e incluso ejercen, conducen severos regímenes que más temprano que tarde socavan a la misma sociedad que los impulsa.

La Historia emancipa. Nos conduce a estados de conciencia social más amplios con los cuales podemos generar las condiciones sociales para revertir algunas circunstancias. Genera, además, empatía. Nos hace concebir a ese “otro” como uno más de “nosotros”. En donde todo lo que suceda a uno, en algún momento perjudicará a otro en una cadena que abarca cada más espacio, y que no debe usarse para, de manera realmente absurda, acusarle, sino comprender los hechos, los personajes; en fin, el contexto general, y salir adelante en conjunto.

La sociedad se nutre con ello, con empatía. La memoria colectiva se llena con Historia, adquiere conciencia con ella también.

Yo espero, anhelo, mejor dicho, una Poza Rica recuperada, levantándose más fuerte, cobrando conciencia de su pasado. Yo veo que estos tropiezos no son más que un fragmento de nuestra historia que nos enseña a comprender lo fuertes que hemos sido siempre. Un pueblo milenario que se teje y recupera ante cada embestida.

Veamos nuestro entorno, recordemos nuestros pasos. Repliquemos quienes somos, de donde venimos, cuales son nuestras metas comunes. Aún es tiempo de creer; de fortalecernos, de identificarnos. De confiar en que podemos cambiar nuestra perspectiva y desempañar nuestro horizonte.

Mas de mil años en estas tierras, nuestros pasos no pueden estar equivocados. Es un buen momento para pensar, reconsiderar y replantear la concepción de nuestra muy constante Poza Rica, nuestra ciudad. Ciudad de encuentros.

Akolmiztli

Entradas relacionadas

Deja tu comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.